Jerry, como le decían en la familia, apenas consiguió el éxito, buscó un lugar de residencia donde no llegara nadie. Eligió una localidad remota llamada Cornish. Puso vallas altas y electricidad en los cierros. Detestaba a los periodistas. Esta actitud desató una furia reporteril por adentrarse en su vida, en su pasado y en su presente, ¡y vaya si se encontró leña para poner en la estufa! Por ejemplo, se descubrió que le gustaban las jovencitas. Tenía arte para seducir a chicas casi niñas. Era gruñón y hasta un poco autista. Siempre se acercó a las corrientes esotéricas, practicó el budismo zen y de mayor adoptó el rito de beberse su propia orina. Esto no era una excentricidad, sino una filosofía de vida.
J.D. Salinger
Un día perfecto para el pez plátano, un relato de J.D. Salinger
“Un día perfecto para el pez plátano” (a veces traducido como “Un día perfecto para el pez banana”), es uno de los relatos más emblemáticos de J.D. Salinger, el esquivo escritor estadounidense (vivió oculto gran parte de su vida) que nos ha dado títulos tan comentados como El guardián entre el centeno o Franny y Zooey.
Publicado por primera vez en 1948 en The New Yorker, revista que sirvió y sirve de plataforma para algunos de los mejores escritores de Norteamérica, “Un día perfecto para el pez plátano”, en su mayor parte desarrollado mediante diálogos, nos ofrece un breve fragmento en la vida de una pareja recién llegada a un hotel de la costa.