Roberto Arlt (Buenos Aires, 1900-1942) puede ser comparado con cualquier escritor. Se puede comparar con Franz Kafka: la obsesión con una ciudad, la fascinación por un continente desconocido (África para Arlt y América para Kafka), el absurdo que rige los destinos de sus personajes, las dificultades para la comunicación. Se puede comparar con Philip K. Dick: la ciencia como motor de los acontecimientos y también como magia, como enigma. Se puede comparar con Dashiell Hammett: una fingida distancia respecto al crimen, pero al mismo tiempo una increíble fascinación por el asesino y su asesinato. Se puede comparar con John Kennedy Toole: sus disparatados personajes, sus asombrosas teorías sobre el funcionamiento del mundo, su salvaje sentido del humor, un poso trágico. Se puede comparar con Lawrence de Arabia: Arlt no se decidió a vivir en el desierto pero se sintió muy atraído por una organización cultural tan diferente. Se puede comparar con Enrique Vila-Matas: su forma de concebir el relato sin ajustarse a unas convenciones rígidas. Se puede comparar con Borges: en esta comparación, Arlt y Borges están en esquinas contrarias: el primero, en la negra, y el segundo, en la rosada. Se puede comparar con Witold Gombrowicz: el gusto por explicar los acontecimientos a través de fenómenos accidentales y obsesiones atávicas.
Félix Romeo, sobre Roberto Arlt, en Letras Libres, 31-12-2012