Relato de Hemingway: La madre de un as

Relato corto de Ernest Hemingway: La madre de un as

Saqué el automóvil para irme a la ciudad. Era suyo, pero él sabía que yo lo manejaba mejor que él. Todo lo que él hacía yo podía hacerlo mejor. Él lo sabía. No sabía leer ni escribir. Iba a ver a alguien para saber qué tenía que hacer, para lograr que me pagara. Salió y dijo:

—Voy contigo y te voy a pagar. Somos buenos amigos y no hay necesidad de que no lo seamos.

búfalos, relato corto de William Carlos Williams

Relato corto de William Carlos Williams: Los búfalos


Una vez tuve una amiga muy guapa de la que estaba enamorado y que estaba enamorada de mí. No nos re­sultaba fácil vernos, teníamos que robar cada momento que pasábamos juntos. De modo que sólo conseguíamos arreglárnoslas a costa de grandes esfuerzos e imagina­ción. Pero incluso así, a veces pasaban meses antes de que pudiéramos vernos.

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Relato corto de Margaret Atwood

Relato corto de Margaret Atwood: Lusus naturae

¿Qué podían hacer conmigo? ¿Qué debían hacer conmigo? Ambas preguntas eran una y la misma. Las posibilidades, limitadas. La familia las debatía todas, sombría y exhaustivamente, sentados a la mesa de la cocina por las noches, con los postigos cerrados, mientras comían sus salchichas secas y correosas y su sopa de patata. En mis fases de lucidez, me sentaba con ellos y participaba como podía en la conversación mientras rebuscaba los pedazos de patata en mi cuenco. Si no, me recluía en el rincón más oscuro, maullaba para mis adentros y escuchaba aquel abejorreo en mi cabeza que nadie más oía.

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relato corto de O. Henry

Relato corto de O. Henry: El romance de un ocupado bolsista

O. Henry (1862-1910), seudónimo de William Sydney Porter, fue un escritor prolífico y de mucho éxito. Su ironía, astucia y picardía narrativa le hicieron célebre en su época, y aun hoy, más de un siglo después de su muerte, seguimos leyendo sus relatos cortos con la pasión de sus contemporáneos.

Hoy os ofrezco uno de sus cuentos, “El romance de un ocupado bolsista”, que narra en un corto espacio del tiempo la apresurada vida laboral de un hombre de la Bolsa y su comportamiento respecto al género femenino.

No desvelaré más la trama; diré tan solo que gracias al giro del final resulta difícil concluir la lectura del cuento sin esbozar una sonrisa, con la sensación incluso de que O. Henry nos ha tomado (narrativamente) el pelo.

Este tipo de finales climáticos no es una excepción en O. Henry, más bien todo lo contrario. Tanto es así, que se puso de moda la expresión «un final a lo O. Henry».

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