
Si tuviera que hacer un listado con mis diez películas favoritas, citaría en primer lugar El apartamento (Billy Wilder, 1960) y Entre copas (Alexander Payne, 2004). Y ya habría tiempo después para hurgar en mi corazoncito hasta dar con las ocho restantes.
Supongo que a ningún cinéfilo le habrá dado por asociar ambas películas (más allá de su calidad cinematográfica), pero me ocurre que cuando veo El apartamento pienso en Entre copas y cuando veo Entre copas pienso en El apartamento. Casi medio siglo media entre una y otra, pero quién lo diría. La soledad que aflige a sus personajes, varones de clase media con estigma de taciturna marginalidad, es, creo, el invisible nexo de unión de estas –para mí– dos primas hermanas.