«Vos, señor, sois tan grande caballero como no se ha conocido en los siglos pasados, ni conocerán los venideros. Basta con que os levantéis al punto de esa postración donde os ha dejado un mal suceso, agarréis la lanza y montéis de nuevo en vuestro fiel rocín. Yo estaré a vuestro lado como siempre, protegiendo entuertos y desfaciendo doncellas para más gloria de la gloriosa orden de caballería andante.
No puedo, mi buen Sancho, pues di promesa de retirarme durante un año; y aunque así no fuera, poco hay que hacer, que mis fuerzas han decaído y vejez y cordura llegaron juntas, como dos buenas hermanas, como manto gris sin matices ni colores. Anhelo la muerte si no puedo amar ni sentir como antes. Dicen que estaba loco y ¡ojalá me diera Dios de nuevo la locura!».