El prisionero, un relato corto de Augusto Roa Bastos
Con un esfuerzo casi sobrehumano consiguió meterlo en el agujero negro que resultó ser un tubo hecho como de medida. El prisionero quedó erguido en el pozo. Solo sobresalían la cabeza y los hombros. Saldívar empujó la tierra del montículo con las manos y los reyunos, hasta rellenar mal que mal todos los huecos alrededor del hombre.