El síndrome del folio en blanco, la precariedad laboral y el anhelo por ganarse el favor de los críticos influyentes son algunos de los elementos con los que se suele retratar el mundo de los escritores en la gran pantalla, cuando no en los propios libros. Podríamos añadir también, cómo no, el caso de los manuscritos ninguneados, esos que empiezan como el sueño del escritor con aires de grandeza y terminan en el fondo de alguna insensible papelera.
Precisamente los manuscritos sin editor es el tema que aborda La biblioteca de los manuscritos rechazados, película dirigida por Rémi Bezançon a partir de una novela de David Foenkinos. La trama se pone en marcha cuando una joven editora visita una peculiar biblioteca de una pequeña población francesa en la que, por deseo expreso de los propios autores, se da cobijo a los manuscritos que ningún editor quiere publicar. Ese asilo crepuscular de libros fatigados (permítaseme el adjetivo borgiano) esconde de vez en cuando alguna que otra joya. El asunto está en encontrarla entre tantas páginas de triste destino, como bien hace esta editora aguerrida que se afana en despuntar en un mundo tan competitivo como es el del sector editorial.
La joya en cuestión es una novela, Las últimas horas de una historia de amor, que, una vez publicada, acaba siendo un éxito rotundo. Pero el hecho de que el libro lleve la firma de Henri Pick, un pizzero ya fallecido al que nunca se le conoció el menor coqueteo con la literatura, levanta las sospechas de un crítico literario en horas bajas (interpretado por Fabrice Luchin) que acaba dedicando todos sus esfuerzos a descubrir quién es el verdadero autor.
A partir de aquí la película se adentra, siempre con un tono amable (confieso que algunos gags me arrancaron una sonrisa), en el mundo de la edición y en el pedregoso oficio del escritor sin oficio –o al menos sin beneficio–, todo ello amenizado con un viaje detectivesco que tiene el objetivo de revelar si es posible que un pizzero sin conexión con la literatura pueda escribir, de manera clandestina, una obra maestra.
La idea que presenta La biblioteca de los libros rechazados tiene su reflejo en The Brautigan Library, una biblioteca que, como ocurre en la película, recoge los manuscritos que nunca encontraron editor. (Toma el nombre de Brautigan en homenaje al escritor norteamericano Richard Brautigan, quien publicó una novela en los años 70 en la que aparecía una biblioteca de estas características).
- Brautigan, Richard (Autor)
No quisiera desvelar mucho más de la trama. Diré que La biblioteca de los manuscritos rechazados no es una película de intriga, de amor, de humor, ni de marketing, y aun así nos ofrece estos elementos en pinceladas fáciles de digerir. No es, en mi opinión, una gran película, y conviene explicar que en ningún momento se toma en serio la figura del escritor, el editor y el crítico literario, tres personajes que no tienen más objetivo en el filme que el de entretejer los mimbres de la trama.
Pero de igual manera que no es una película memorable, es justo reconocer que se trata de una película gozosa y con finura que te permite pasar un buen rato a costa de ese “ser inconsolable” (Saramago dixit) que es el escritor. Ese que siempre se mueve entre los extremos: entre el éxito y el fracaso, entre la grandeur y el anonimato, entre los sueños y la dura realidad.
Todos, en el fondo, tenemos algo de escritor con una obra maestra bajo el brazo que el mundo, antes o después, debería conocer.
Francisco Rodríguez Criado es escritor y corrector de estilo. Es autor de al menos una decena de libros que no fueron rechazados.
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