El folio en blanco, un relato de Manuel Pastrana Lozano

Manuel Pastrana Lozano nos envía este relato, Página en blanco, sobre un escritor embrionario que tiene problemas para romper el bloqueo literario. Cierto día conoce a una mujer atractiva y mantiene una conversación con ella, esperando de esa forma encontrar la inspiración y dejar atrás el folio en blanco.

El cuento tiene cierto toque metaliterario e incluye historias dentro de otras historias. 

 

PÁGINA  EN  BLANCO (relato)

Carlos observa desde su ventana en el segundo piso a una mujer que pasea sola por la calle desierta a esa hora de la noche. Desciende rápido las escaleras, la mira y se le acerca.

–Perdone mi imprudencia, pero me pareció que usted me ha hecho una señal para que le encienda el cigarrillo que trae en su mano.

La mujer se la extiende con un gesto gracioso y le dice sonriente:

–¡Qué amable es usted!, me hacía falta fumarme este cigarrillo, y sin darme cuenta he olvidado mi encendedor en casa.

–Permítame que me presente: Carlos Silva Pérez, escritor. Me gustaría conversar  con usted, si no le importuna.

Sin esperar respuesta, comienza a hablarle, como si fuese una vieja amiga. Y la invita a sentarse en un banco de la avenida.

–Mi pasión es escribir. Modestia aparte, le confieso que mi ambición es llegar a ser un buen escritor, vale decir, con un estilo propio, personal, reconocible y valorado no sólo por la crítica, sino también por mis posibles lectores. Decidí salir a pasear un rato para airearme un poco. Me ha costado empezar mi relato, se me atascan las ideas, mi imaginación está en blanco, siento como un estupor creativo.

La mujer lo mira con curiosidad. Carlos prosigue:

–Hace un tiempo, a partir de una fábula conocida, escribí una pequeña pieza teatral, “La Señorita Pulga y el Señor Elefante”, en dos actos, tres escenas y un desenlace abierto, sujeto a las consideraciones subjetivas del público. Fue bien acogida por la crítica, me estimuló a escribir una especie de continuación, “La Señorita Pulga y el Señor Elefante, fin de un romance”, a la que le incorporo un perrito como narrador. Pero las páginas se me resisten –y la mira dudoso, preocupado de aburrirla con su relato intempestivo.

La mujer lo ha escuchado con atención, y no hace comentarios, simplemente lo observa.

–Espero no molestarla con mi monólogo fastidioso, es una especie de deformación profesional. Tenía ganas de hablar, y me pareció interesante conversar con una desconocida. La verdad, es que casi siempre estoy solo, no tengo muchas amistades. Aunque no quiero ser impertinente, me gustaría saber quién es usted, cuál es su nombre, siento curiosidad por conocer el motivo que la trajo hasta aquí a estas horas de la noche. Puede ser muy peligroso para una mujer joven, bella, de buena figura y con un vestido atrayente. Permítame que la acompañe, me sentiría más seguro.

Y comienzan a caminar hacia el parque cercano. La mujer le señala con un ligero gesto los frondosos árboles que pueblan la avenida, sus hojas mecidas por el  viento suave que sopla en esos momentos. Entonces le dice:

–Me llamo Laura, y también paseo, como usted, disfruto a veces de estas noches claras y estrelladas, me permiten soñar, me encantan las arboledas de este barrio, me recuerdan mi infancia cuando recorría los parques fascinada junto a mis padres.

–Su presencia tan repentina, extraña, este encuentro imprevisto me estimula para escribir una novela, sería la primera, quizá una historia de amor, quién sabe, tal vez podría llamarse “Los secretos de Laura” –le dice sonriendo–. Hasta la fecha sólo he escrito cuentos breves, relatos anecdóticos como el de la pulga y el elefante. ¿Le agradaría que le contara la fábula que me inspiró a escribir mi obrita teatral, aunque es bastante conocida como chiste?

–Por supuesto que sí. Cuéntemela, por favor, no me deje en la duda.

Carlos reflexiona unos instantes, y empieza su relato:

“LA  SEÑORITA  PULGA  Y  EL SEÑOR   ELEFANTE”

“Un día, la Señorita Pulga le pide al Señor Elefante que la ayude a atravesar el río.

“Por favor, Señor Elefante, ¿podría usted llevarme hasta el otro lado? No me atrevo a ir sola.

“Claro que sí, Señorita Pulga, con mucho agrado. Súbase a mi lomo.

“La Señorita Pulga da un salto y se acomoda en el dorso del Señor  Elefante. Cuando llegan a su destino, le dice:

“Muchas gracias, Señor Elefante, ha sido usted muy amable.

“Cómo que muchas gracias, Señorita Pulga. Ya pues, comience a bajarse los calzones…”

–Me gustó mucho, sobre todo ese final tan sorpresivo –le dice Laura–. Pero no me estará insinuando que yo haga lo mismo que le pidió el Señor Elefante a la Señorita Pulga –y suelta una carcajada discreta que, sin ser provocativa, confunde a Carlos.

–Ahora, por favor, dígame a qué se dedica, cuál es su profesión, no me la imagino sólo como una dueña de casa, consagrada a sus hijos y marido. A propósito, ¿es usted casada?

–No, no lo estoy, y adoro a mis dos hijos –por primera vez lo mira con fijeza, con sus hermosos ojos verdes–. Sí, es verdad, tengo una profesión. Pero no le sorprenda mi franqueza. Me gano la vida como prostituta, ya que usted me lo pregunta. Y soy de las caras, tengo clientes muy escogidos. Con usted tal vez podría hacer una excepción y cobrarle menos, pero debo advertirle que no trabajo gratis, y mi tarifa no está al alcance de cualquiera, cobro doscientos cincuenta mil pesos por un par de horas. Soy muy reservada y me cuido mucho cuando selecciono a mis clientes, casi todos adultos mayores. Pero usted me ha resultado simpático, es joven y bastante atractivo, además con una elocuencia seductora. Quizá pueda interesarle volver a verme. A pocas personas les doy mi tarjeta de visita. Se la muestra y se la entrega con suavidad, casi con ternura. La tarjeta dice:

LAURA  PULGAR  CANES

Disfunciones sexuales en el adulto mayor

Seriedad y discreción

–No le recomiendo los viernes, ese día tengo mucha demanda. Tampoco trabajo sábados ni domingos. Los fines de semana se los dedico a mis hijos –se le aproxima, le hace un gesto coqueto y le susurra un número telefónico al oído. No lo olvide, sobre todo trabajo durante el día, en las noches me gusta pasear. Si usted me llama, le daré gustosa mi dirección. Eso sí, deberá utilizar la clave:

E L E F A N T E

–Y no lo tome a broma, le hablo en serio.

Carlos recibe la tarjeta sin asombro. Ahora sí está inspirado para escribir la segunda parte de su pieza teatral.

–No sabe lo valioso que ha sido para mí este encuentro fortuito, Laura. Uno de estos días espero telefonearle para que concertemos una cita. Tal vez podría hacer otra excepción y no cobrarme. No dispongo de mucho dinero, no olvide que todavía soy un escritor incipiente. A lo mejor, en ese momento le despierto algo más que una simple curiosidad. Incluso podría ser el comienzo de un romance –le dice sin malicia–. Me agradas mucho, Laura –y la mira durante unos instantes, sus ojos reflejan sin disimulo la emoción que está sintiendo.

Laura  sonríe, y le dice con dulzura:

–Tú también has significado hoy algo más que la simple charla con un desconocido… de verdad espero que me llames algún día, Carlos.

 

“He fallado como seductor”  –se dice Carlos–. “Pero la aventura ha valido la pena…hay esperanzas”.

Le da un beso en la mejilla y le sujeta brevemente las manos con suavidad. Luego observa como la mujer se aleja sin prisa, con aire desenvuelto, sin llamar mucho la atención. Finalmente llega a la esquina, dobla y se pierde en la noche tranquila. Carlos sube rápido las escaleras, entra en su departamento presuroso, excitado. Se sienta frente al ordenador y comienza a teclear sin pausa. Le cambia el título a la fábula. Ahora se llamará:

LA  SEÑORITA  PULGA  Y  EL  SEÑOR  ELEFANTE, COMIENZO  DE  UN  ROMANCE

“Aparece en el escenario el Perrito Narrador, antes de que la Señorita Pulga le salte encima. Se escucha un leve ladrido.

“PERRITO NARRADOR:

“Tal cual decíamos ayer…el Señor Elefante le había dicho a la Señorita Pulga:

“SEÑOR ELEFANTE:

“…Cómo que muchas gracias, Señorita Pulga. Ya pues, comience a bajarse los calzones.

“SEÑORITA PULGA:

“Muy bien, de acuerdo Señor Elefante, pero debe usted pagarme doscientos cincuenta mil pesos por adelantado. Esa es mi tarifa, ni un peso menos. Además, tiene usted que apurarse, ese valor es sólo por una hora. Si desea permanecer más tiempo conmigo deberá cancelarme una suma adicional, no lo hago por amor.

“El Señor Elefante duda un instante y finalmente accede, la Señorita Pulga es sumamente atractiva y coqueta.

“SEÑOR ELEFANTE:

“Conforme, Señorita Pulga, pese a este comienzo tan poco alentador, tengo la esperanza de que luego sea el inicio de un gran romance, usted me atrae poderosamente… si usted quiere podemos empezar de inmediato…”

Carlos se detiene un momento, reflexiona sobre el desenlace abierto de la fábula. Luego continúa escribiendo con fluidez, su imaginación se desborda. Ha encontrado la fórmula para seguir con sus relatos: las historias sin fin de la Señorita Pulga y el Señor Elefante. Y ya piensa en la siguiente aventura:

“LA INFIDELIDAD DE LA SEÑORITA  PULGA  CON  EL  PERRITO NARRADOR”.

Adiós página en blanco.

Dos relatos cortos de Manuel Pastrana Lozano

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