Como editor de Narrativa Breve me encantaría compartir con los lectores del blog artículos interesantes e inéditos sobre literatura. Podrían ser, por ejemplo, breves estudios sobre los escritores beatniks, la Generación del 27, el realismo sucio norteamericano, las nuevas voces de la literatura europea, los mayores plagios de la historia, los Episodios Nacionales de Galdós o alguna nueva aportación –si eso fuere posible– sobre el Quijote. Ya veis que las posibilidades son muchas y que no me cierro a ninguna de ellas.
Me gustaría compartir con los lectores artículos literarios de interés, digo, pero me cuesta hacerlo. ¿Por qué? Porque rara vez se pone alguien en contacto conmigo para ofrecérmelos. Lo que sí recibo son toneladas de emails –es lo que tiene editar un blog popular– en los que autores a quienes no conozco me solicitan un espacio para promocionar su obra: una entrevista, una reseña sobre su libro, la publicación de uno de sus cuentos, etcétera. No estoy en absoluto en contra del esfuerzo por divulgar los escritos propios –todos lo hacemos antes o después–, pero me llama poderosamente la atención que haya numerosos autores que manifiesten tanto interés en sí mismos y tan poco en el trabajo de los demás.
El mundo literario está plagado de estas personas; supongo que conoceréis a alguna de ellas. Hablo de hombres o mujeres para quienes la literatura comienza y termina en sí mismos, gente que nunca comenta un libro que no lleve su firma, que nunca elogia a otros escritores a no ser que esperen que estos les ayuden a impulsar su carrera literaria. Hablo de los escritores yo-mi-me-conmigo que solo se leen a sí mismos y que consideran una pérdida de tiempo hablar de literatura desde un punto de vista impersonal, gente que bajo ningún concepto crearía un blog para dar cancha a alguien que no fueran ellos mismos.
No voy a cargar contra estos autores compulsivamente autorreferenciales; tampoco me preocupa que sean esclavos de una vanidad desatada. Allá ellos. Pero no quisiera cerrar este artículo sin hacer una reflexión: a estos escritores yo-mi-me-conmigo se les nota a la legua sus muchas carencias. Pueden que sepan mucho sobre sus personas –los vanidosos, como decía Manuel Jabois en un artículo sobre Cristiano Ronaldo, se conocen muy bien a sí mismos, mejor que nadie–, pero por norma general saben poco de literatura. No aspiran a hacer carreras literarias porque sean amantes de las Letras, sino porque son amantes de sí mismos.
Esta conducta narcisista, por mucho que les pese, casi nunca conduce a la buena literatura y, lo que es peor para sus ambiciones, tampoco al éxito personal.
Francisco Rodríguez Criado es escritor, corrector de estilo y editor de blogs de literatura y corrección lingüística.
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