El cuento: Algunas reflexiones (Víctor Alperi)

La revista República de las Letras, de la Asociación Colegial de Escritores de España, dedicó su vigesimosegundo número (julio de 1988), que tituló “La situación de las letras españolas”, a los géneros de la novela y el cuento. Para ello contó con la colaboración de un grupo de especialistas para que dieran su opinión sobre estos géneros.

Desde 1988 hasta ahora han pasado muchos años, pero estoy convencido de que los amantes de la narrativa agradecerán la lectura de estas acreditadas reflexiones.

A modo de ejemplo, reproduzco el breve ensayo que el novelista, ensayista y cuentista español​  Víctor Alperi (1930-2013) le dedica en dichas páginas al relato corto.

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El cuento. Algunas reflexiones

Víctor Alperi

Resulta ya tópico, al hablar del cuento en España, el decir que aquí no interesa la narración breve, que ese género literario que nos llega de los narradores orientales, pasando por los oradores sagrados medievales, no se edita y que la mayoría de los lectores lo rechazan. Y que con el cuento pasa algo parecido a lo que sucede con la poesía; que nuestro país es uno de los primeros del mundo en poetas y en autores de cuentos, pero que el público vive de espaldas a esa realidad cultural, y muchas veces a los intelectuales en general. Gustavo Bueno define a los intelectuales como “individuos que teniendo una cierta notoriedad –que pueda llegar hasta lo que se llama tener un hombre famoso– hablan regularmente a un público anónimo e indiferenciado. ¿Respecto a qué criterio? Sin duda, respecto de las profesiones establecidas en la sociedad de referencia. El público al que se dirigen los intelectuales no es un público profesionalmente determinado –el intelectual, en cuanto a tal, no habla a médicos ni abogados, no habla a metalúrgicos, ni a matemáticos, ni a zapateros–. No es que habla a gentes que precisamente no deban ser nada de esto, sino que habla a gentes que puedan tener cualquiera de estos oficios o ninguno. Habla, por decirlo en palabras que hoy suenan muy fuertes, pero que son las palabras de la ilustración, habla al “vulgo”, como decía Feijóo.

El “vulgo”, por desgracia, mira a la televisión y otros medios parecidos y el tópico se torna certeza, y entre los escasos lectores que tiene nuestra nación –estamos a la cola de Europa en número de lectores, detrás, incluso, de Portugal– el cuento y la poesía no figuran entre sus preferencias; la novela, el ensayo o los libros de gastronomía, ocupan los primeros puestos en las listas de venta. Lo que sucede con la poesía y el cuento es una triste realidad que no tiene parangón con el resto de Europa; con Francia, Alemania, Inglaterra, Italia, o con Rusia, donde se editan muchos libros de cuentos, incluso cuentos españoles y en castellano: Antologías de cuentos infantiles del siglo XIX como Fernán Caballero o Alarcón, por citar algunos ejemplos. Algo parecido sucede en el cercano Portugal; allí se publican, una y otra vez, los mejores cuentos de sus grandes autores, y no olvidan, por otro lado, de dar una visión general de la narración breve de otros países.

España, país de muy importantes cuentistas, tanto ayer como hoy, pasa por un momento de crisis en este género; pero una crisis desde el punto de vista del editor y del lector. Dejando a un lado estos problemas, que ya se han planteado muchas veces en distintas conferencias y mesas redondas, vamos a estudiar rápidamente el cuento que se escribe en la actualidad.

A primera vista no resulta cosa fácil hablar de los cuentos que se escriben hoy en día. El número es inmenso, pese a la escasa incidencia que tiene en el público; y la variedad de temas está a la misma altura de la cantidad escrita y poco editada en libro, en diario o en revista literaria. Resumir las tendencias es casi imposible y ahora no es el momento apropiado; solamente vamos a plantear algunos caminos por los cuales el estudioso puede deslizarse una y otra vez sin lograr terminar la senda. Es casi infinito y sumamente denso el conjunto –o conjuntos– del cuento en nuestra literatura. El profesor Mariano Baquero Goyanes decía que no se puede considerar al cuento “como una subespecie de la novela, una reducción de ésta, en la que valdrían la misma técnica, los mismos procedimientos narrativos. No, el cuento es cosa distinta, y su parecido con la novela no significa su negación como género literario independiente, con personalidad propia”. Pero el mismo profesor declaraba que “sin embargo, en virtud de ese parentesco con la novela –dado por la evolución histórica y por el idéntico instrumento de expresión: el lenguaje narrativo”, bien se pueden alinear los cuentos con narrativas mayores para lograr una mujer comprensión de unas y otros.

Si en términos generales podemos afirmar que la mayoría de los cuentos que se escribían en el siglo XIX tenían una intención social –cuentos sentimentales, religiosos, de crítica a ciertas costumbres–, y que encerraban casi siempre una moraleja, tenemos que preguntarnos: ¿qué cuentos se escriben en nuestros días? La respuesta, igualmente, no es fácil: se escribe de todo, de lo real y lo irreal, de lo conocido y de lo desconocido. El cuento social de los años cuarenta y cincuenta ha dado paso a cuentos caricaturescos, de ciencia-ficción, sentimentales, amorosos, poéticos, grotescos. Podemos ver que ciertos narradores, con un estilo personalísimo y lineal, sufren un dualismo, un cierto desdoblamiento de la personalidad artística, al tratar el cuento; algo así como si en un mismo autor existiesen dos personajes completamente distintos, un doctor Jekyll y míster Hyde mezclados, entrecruzados una y otra vez.

Se escriben igualmente cuentos religiosos y morales, pero muy distintos a los famosos cuentos de Navidad de los siglos XVIII y XIX, y que llegaron hasta nosotros bien mediados el siglo. Cuentos intelectuales al modo anglosajón, como los escribiría Virginia Woolf o el mismo William Golding. Cuentos, incluso, sin trama ni acción, que son pequeñas notas literarias, reflejos sentimentales de un paisaje, de una música, de una sensación cualquiera. Ejemplos de estos últimos serían los “Cuentos errantes”, de Tomás Pan, publicados en los años cincuenta, que no tienen anécdota y parecen unos escritos alejados de la realidad, del hombre y del paisaje.

Katherine Mansfield

Otros cuentos, por sus técnicas, son meros artículos periodísticos, basados, algunas veces, en un acto político, social, histórico. Ángel Palomino ha escrito algunos dentro de esta última línea. Existen, igualmente, otros escritos breves, donde se mezclan técnicas y sentimientos, propósitos sociales o sentimentales, que confunden al lector, incluso al crítico, el cual duda en considerarles cuentos en el amplio sentido de la palabra. Y es que el cuento, y la poesía moderna, se han escapado de toda norma y buscan, afanosamente, nuevos cauces para su expresión, sin olvidar nunca los valores artísticos y humanos. Hoy en día se dan la mano cuentos fantásticos, deshumanizados, y cuentos tradicionales, antiprogresistas, en el afán de ofrecer algo raro, nunca visto, leído y oído. O temas sumamente conocidos, del campo o de la ciudad, envueltos en las prosas del momento o en misteriosas frases líricas. El cuento barroco, lo mismo que la novela, ha dado paso al cuento fantástico, pues la fantasía –para mayores o para niños– parece ser el eterno filón de oro de toda buena obra literaria; los cuentos sentimentales o basados en vivencias personales siguen interesando, aunque muchos autores buscan temas raros y, algunas veces, desagradables; temas, por otro lado, que nos ofrece en cantidad y calidad la sociedad moderna. Los personajes grotescos de algunos cuentos del pasado, o los personajes inmorales o amorales, nos causan risa en estos momentos, y escritor tiene que bucear en lagos mucho más profundos. Pero las criaturas humildes, tienen siempre el cariño del lector, no han desaparecido de los cuentos que se escriben ahora. El hombre caído o enfermo, el desgraciado, el huérfano, la viuda, el anciano, o determinados animales, son flores inmarchitables de ese determinado cuento, que tiene entre sus gloriosas figuras a un Leopoldo Alas, “Clarín, a una Katherine Mansfield o a un Ignacio Aldecoa.

Para terminar, podemos pasar a otro punto y señalar que no es muy negro el panorama del cuento en nuestras letras, pese a que muchísimos autores no son editados, o se publica una parte muy parcial de su obra. Algunos autores, muy en particular los clásicos, tienen sus cuentos reunidos en obras completas, tal sería el caso de Pardo Bazán, o de Clarín, por citar algunos de los ejemplos más conocidos. Clarín editó una y otra vez, a lo largo de su vida, la mayoría de sus cuentos, y después de su muerte las ediciones de los cuentos –no así de las novelas– no han cesado, en 1913,1917,1947, 1953, salieron a la luz tomos con sus narraciones, breves, y en los últimos años ha sido un verdadero aluvión las ediciones de sus obras, con motivo del centenario de “La Regenta”. Y lo que sucede con los clásicos salpica, de alguna forma, a los autores actuales, pues, de tarde en tarde, algunas editoriales se interesan por sus cuentos, tal sería el caso de García Hortelano, que publica un amplio tomo con toda su obra breve, y no hablemos de Camilo José Cela, que reedita una y otra vez sus cuentos en tomos sueltos o en sus obras completas, así los cuentos escritos entre 1941-1953, o las novelas cortas, et. Los cuentos completos, de Juan Benet, en Alianza Editorial, narraciones de Carmen Martín Gaite, Ángel Palomino, o esos autores como Medardo Fraile, Jesús Fernández Santos y Francisco García Pavón, a los que Francisco Umbral define como “el grupo de cuentistas españoles por antonomasia, autores de los mejores relatos breves de los últimos treinta años”.

Este grupo de autores nos puede servir de pauta para una meditación: son los mejores y los más famosos autores de cuentos, y sin embargo tienen reunida en volumen una parte muy pequeña de su obra. Es decir: el cuento se edita en libro, pero muy poco. Una aventura editorial, que no pudo llegar a buen puerto, la comenzó en Gijón Ediciones Noega, que se proponía editar cuentos o novelas cortas de generaciones literarias actuales, comenzó con diferentes autores, como Juan Mollá con “La caracola herida y otros relatos”; Dolores Medio, con “El Urogallo”; Bernardo Fernández con “El libro y otros cuentos”; Antonio Pereira, con “Los brazos de la i griega”; Julia Ibarra, con “El nordeste”; Raúl Guerra Garrido con “La sueca desnuda”, relatos completos, y otros narradores que formaban el primer escuadrón de una valiente colección bien pensada. No se pudo continuar para desgracia de la narrativa breve española, y los cuentos que se editan en diarios o revistas, como “El País”, no cubren la mucha oferta que existe por parte de los muchos autores. “El País”, concretamente, ha publicado, y publica, algunos cuentos de autores españoles y de otros países: obras de José María Merino, Julian Barnes, Martin Amis, Fernando Savater, Juan Madrid, Juan García Hortelano, Manuel Vázquez Montalbán, Jesús Ferrero, Millás, se dan la mano con autores extranjeros, como Michael Ende, Anthony Burguess, Patrick Süskind, Antonie Tabucchi, Pier Vittorio Tondelli, Susan Sontag, y otros. La visión que se puede dar del cuento español a través de un diario, y publicando uno a la semana –cuando se publica–, es una visión muy corta. Los diarios ABC, La Vanguardia, Informaciones y algunas revistas literarias, han realizado labores parecidas a El País. Todo ello supone muy poco, y podemos afirmar, una vez más, que el lector, el “vulgo”, no conoce a los autores españoles, y no se interesa por el futuro de ese género literario, de esa fuente que no cesa de manar a través de los siglos.

Necesitaríamos añadir, para terminar, que en España se publican muchos cuentos infantiles, donde tenemos magníficos autores, como Ana María Maute, Carmen Kurz, Juan Farias, Angelina Gatell, o Gloria Fuertes, por citar algunos de los nombres de la muy larga lista. Pero el cuento infantil supone un fenómeno editorial que merece otras conferencias y otros estudios.

Y, por último, no olvidar algunas Editoriales, como Siruela, que publican hermosas ediciones de cuentos fantásticos, de miedo o de misterio –breves relatos que han quedado como clásicos de la literatura universal–, pero donde el autor español, igualmente, está muy poco presentado.

Víctor Alperi

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Sobre Víctor Alperi (Diario El Comercio)

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