la seductora ficción

La seductora ficción | ¿La realidad siempre pierde la batalla?

No culpo a mis hijos por adorar esos dibujos animados donde la realidad brilla por su ausencia. Yo mismo prefiero muchas veces entretenerme con una reala de cachorros capaces de tripular todo tipo artefactos móviles (helicópteros, coches, excavadoras) a regodearme con las noticias de un asesinato de odio o con el enésimo homicidio machista.

ficciones de cartón

Ficciones de cartón

Días atrás dejé en el pasillo la inmensa caja de cartón en la que me habían enviado los sacos de pienso para los perros. Mi intención era tirarla al contenedor, pero antes de que pudiera hacerlo mis hijos pequeños se habían adueñado de ella. Yo estaba trabajando en el ordenador cuando los vi dentro de la caja, tremendamente divertidos. ¿He escrito “caja”? Perdón, quise decir “casa”, porque en eso se habían convertido aquellos cartones destinados al vil contenedor. O quizá no fuera una casa, sino un fortín, un templo o un búnker. A saber por dónde discurría su fantasía, teniendo en cuenta que los dos se expresan todavía con lengua de trapo.

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Una ficción infumable

He visto en Youtube un vídeo en el que una fervorosa independentista que reside en Bruselas acude a las puertas de la Fiscalía, envuelta en la estelada, para apoyar a su ídolo, el sufrido Puigdemont, ese árbol caído que sigue emponzoñando todo lo que toca. El reportero, aun haciendo de poli bueno, intenta acorralar a la mujer en el ring de sus incoherencias, pero ella se defiende con la coraza de la sinrazón. Hay un momento estelar que merece una reflexión, justo cuando ella, pinchada por el periodista, dice no tener la menor duda de que su país (esto es, la Cataluña independiente) está económicamente preparado para salir adelante por sí solo (o sea, sin la ayuda de ese infame opresor que es España). Y eso lo dice cuando ya se han marchado (hablo, pues, en pasado) de Cataluña más de 2.000 empresas desde la celebración del referéndum ilegal, se han cancelado numerosos viajes y los productos catalanes sufren un boicot. La mujer apoya su boutade diciendo que ha leído mucho sobre el tema. Algo así como si un fervoroso nazi, una vez muerto Hitler y Berlín tomado por las tropas rusas, dijera que estaba muy seguro de que el führer era indestructible porque él había leído el Mein Kamp en el mullido sofá de su casa.

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Escribir después de Chéjov

escribir después de Chéjov
Antón Chéjov, maestro del cuento

“Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”, sentenció Theodor Adorno. Las dudas sobre la pertinencia o no en abundar en determinados temas o géneros no son nuevas. Yo mismo me he preguntado si tiene sentido escribir cuentos después de Chéjov, como muchos se preguntarían en el siglo XVII si merecía la pena escribir libros de/sobre caballería después de Don Quijote.

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Andréiev, el escritor ruso del simbolismo que desafió a Tolstoi

Andréiev, el escritor rusoLeonid Andréiev (Orel, 1871-Kuokkala, 1919) es uno de los tantos escritores que anota en su bitácora de vida un intento de suicidio. Sus biógrafos aseguran que fue por una desilusión sentimental en su juventud. Si fue, así, la superó con los años, aunque no del todo, pero llegó a ser uno de los escritores rusos más reconocidos de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Es contemporáneo de Gorki, pero representan a dos escuelas diametralmente opuestas. Gorki es el máximo exponente del realismo ruso, en tanto Andréiev agitó las banderas de la corriente simbolista, caracterizada por su complejidad y a veces confusos propósitos.

En todo caso fue un revolucionario de su tiempo y organizó acciones en su propia casa de Petrogrado.

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Robert Walser, el maestro de Kafka

“[…] En 1929, a los cincuenta y un años, fue internado en el Sanatorio cantonal “Waldau” en Berna, dedicado a enfermedades nerviosas. Robert Walser se enfrentaba a un destino parecido al de Friedrich Hölderin, y es muy característico y además profético lo que Walser escribió sobre aquél: “Hölderin pensó que era oportuno, es decir, prudente, renunciar a su sano juicio a los cuarenta años. Y, refiriéndose a Hölderin, pregunta: ‘¿Me ocurrirá lo mismo que a él’”.  Siegried Unseld

La relación entre el editor y el escritor es un asunto apasionante. Sobre este tema nos dejó el gran editor Siegfred Unseld un libro valiosísimo y –al menos para mí– muy ameno, con un título bastante descriptivo: El autor y su editor, que yo tengo en edición de Taurus.

En este libro hace un repaso de los tiras y aflojas entre escritores famosos y sus respectivos editores. Quiero compartir con vosotros un breve fragmento que dedica a Robert Walser, de quien Unseld no llegó a ser editor porque, según afirma en el libro, él –me refiero a Unseld– cometió el “error de su vida”. En su momento le ofrecieron hacerse cargo de la obra completa de Robert Walser, pero no quiso arriesgarse porque entonces era un editor joven, sin demasiada experiencia.

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Contra los jóvenes lectores

jóvenes lectores
R.B. Stevenson

La infanta Leonor y la Casa Real han vivido en los últimos días cierto ruido mediático, generado en las redes sociales, con motivo de la publicación de una revista en la que se daba a conocer el perfil como lectora de la infanta Leonor, a quien al parecer le gustan Lewis Carroll, Robert Louis Stevenson, Roald Dahl, J.R.R. Tolkien o la película El viaje de Chihiro.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y que derrocar a un rey es la ilusión y la tarea encomendada de muchos, las redes sociales han intentado hacer mofa del asunto, obviando que si dejamos a un lado al cineasta Kurosawa, también citado entre las predilecciones de la infanta, los demás autores escribieron libros juveniles harto conocidos: Alicia en el país de las maravillas es de Lewis Carroll, La isla del tesoro (de Stevenson), La fábrica de chocolate (Roald Dahl), El hobbit (Tolkien), etcétera.

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Javier Marías versus Gloria Fuertes

Javier Marías versus Gloria Fuertes
Gloria Fuertes

La poesía popular siempre ha tenido sus detractores. Se critica con mucha frecuencia a aquellos poetas que consiguen triunfar entre el gran público, ofreciendo un tipo de poesía de línea clara, esto es: sencilla de entender. Estas críticas suelen estar preñadas de argumentos académicos -en el mejor de los casos-, pero también de cierta envidia.

Y es que la poesía siempre ha tenido el estigma de oscura, difícil, indescifrable, y algunos siguen creyendo que así debe ser. No es de extrañar, pues, críticas beligerantes hacia esos poetas que ni son oscuros, difíciles ni indescrifrables.

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Escribir. Una posible definición

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Photo by PublicDomainPictures (Pixabay)

Por agradable imperativo escribir es uno de los dos verbos que marca la pauta de este blog. El otro, obviamente, es corregir. ¿Pero a qué nos referimos con escribir? El DRAE define esta palabra, en su primera acepción, como «representar las palabras o las ideas con letras u otros signos trazados en papel u otra superficie».

Esa podría ser una buena definición, aunque algún amante de la escritura creativa podría decir que escribir es una forma de evadirse de la realidad, de superar los fantasmas o simplemente el modo de alcanzar algo parecido a la felicidad (Mario Vargas Llosa, por ejemplo), la manera más profunda de leer la vida (Francisco Umbral) o simplemente de caer en la tortura (Gustave Flaubert). Kafka fue más allá y dijo –mejor dicho, escribió– que «la escritura es otra forma de oración».

Así pues, tenemos una definición neutra del verbo escribir y tendríamos muchísimas definiciones emocionales o filosóficas (una por cada escritor) de lo que significa este oficio, visto desde la experiencia de los autores. 

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