Días atrás dejé en el pasillo la inmensa caja de cartón en la que me habían enviado los sacos de pienso para los perros. Mi intención era tirarla al contenedor, pero antes de que pudiera hacerlo mis hijos pequeños se habían adueñado de ella. Yo estaba trabajando en el ordenador cuando los vi dentro de la caja, tremendamente divertidos. ¿He escrito “caja”? Perdón, quise decir “casa”, porque en eso se habían convertido aquellos cartones destinados al vil contenedor. O quizá no fuera una casa, sino un fortín, un templo o un búnker. A saber por dónde discurría su fantasía, teniendo en cuenta que los dos se expresan todavía con lengua de trapo.
La seductora ficción | ¿La realidad siempre pierde la batalla?
No culpo a mis hijos por adorar esos dibujos animados donde la realidad brilla por su ausencia. Yo mismo prefiero muchas veces entretenerme con una reala de cachorros capaces de tripular todo tipo artefactos móviles (helicópteros, coches, excavadoras) a regodearme con las noticias de un asesinato de odio o con el enésimo homicidio machista.