
La mayoría de los libros periodísticos se escriben a rebufo, cuando el acontecimiento está ya en boca de todos. Pocos son los avispados y atrevidos que escriben sobre un tema no después de la noticia, sino antes. La crisis económica es un buen ejemplo. El mercado se llenó de libros de economistas que acudían a los platós televisivos para sentar cátedra sobre una crisis que no habían detectado cuando aún se estaba mascando la tragedia. Los economistas, crecidos a destiempo, exhortaban a los gobiernos de turno a que tomaran las medidas que ellos iban improvisando sobre la marcha. Cuando se les veía en televisión, tan seguros de sí mismos, uno dudaba entre proponerlos como candidatos a ministro de economía o mandarlos a hacer puñetas.