6 microrrelatos geniales para comenzar la semana con buen pie

Qué mejor forma de comenzar la semana que con 6 microrrelatos geniales. Cada cual en su estilo, estas seis narraciones cortas no tienen desperdicio.

Microrrelato de Dalton Trevisan: Amputaciones

Por haber jugado con el ventilador, la niña tiene la punta amputada del meñique.

Desde entonces las tres muñecas, de castigo, tienen el mismo dedo cortado con tijeras.

Microrrelato de Marco Denevi: A la salida del Infierno

–Dante: Adiós, dulce maestro.

–Virgilio: ¡Cómo! ¿Y el Purgatorio? ¿Y el Paraíso?

–Dante: ¡Para qué! Quien conoció el Infierno ya no tiene ningún interés en el Purgatorio. Y respecto al Paraíso, sabe que es la ausencia de infierno.

Microrrelato de César Vallejo: Conozco a un hombre

Conozco a un hombre que dormía con sus brazos. Un día se los amputaron y quedó despierto para siempre.

Microrrelato de Antón Chéjov: Anécdota antigua

En tiempos de antaño, en Inglaterra, los criminales condenados a la pena de muerte gozaban del derecho a vender en vida sus cadáveres a los anatomistas y los fisiólogos. El dinero recibido de esta forma ellos se lo daban a sus familias o se lo bebían. Uno de ellos, atrapado en un crimen horrible, llamó a su lugar a un científico médico y, tras negociar con este hasta el hartazgo, le vendió su propia persona por dos guineas. Pero, al recibir el dinero, de pronto se empezó a carcajear…

–¿De qué se ríe? –se asombró el médico.

–¡Usted me compró a mí como un hombre que debe ser colgado –dijo el criminal, riéndose a carcajadas–, pero yo lo timé a usted! ¡Yo voy a ser quemado! ¡Ja, ja!

Microrrelato anónimo: ¿Dónde está el décimo hombre?

Eran diez amigos. Todos ellos eran muy ignorantes. Decidieron ponerse de acuerdo para hacer una excursión.

Querían divertirse un poco y pasar un buen día en el campo. Prepararon algunos alimentos, se reunieron a la salida del pueblo al amanecer y emprendieron la excursión. Iban caminando alegremente por los campos charlando sin cesar entre grandes carcajadas. Llegaron frente a un río y, para cruzarlo, cogieron una barcaza que había atada a un árbol. Se sentían muy contentos, bromeando y chapoteando en las aguas. Llegaron a la orilla opuesta y descendieron de la barcaza.

¡Estaba siendo un día estupendo! Ya en tierra, se contaron y descubrieron que solamente eran nueve. Pero, ¿dónde estaba el décimo de ellos? Empezaron a buscar al décimo hombre. No lo encontraban. Comenzaron a preocuparse y a lamentar su pérdida. ¿Se habrá ahogado? ¿Qué habrá sido de él? Trataron de serenarse y volvieron a contarse. Sólo contaban nueve. La situación era angustiosa. Uno de ellos se había extraviado definitivamente.

Comenzaron a gimotear y a quejarse.

Entonces pasó por allí un vagabundo.

Vio a los hombres que otra vez se estaban contando. El vagabundo descubrió enseguida lo que estaba pasando.

Resulta que cada hombre olvidaba contarse a sí mismo. Entonces les fue propinando una bofetada a cada uno de ellos y les instó a que se contaran de nuevo. Fue en ese instante cuando contaron diez y se sintieron muy satisfechos y alegres.

Microrrelato anónimo: El asno de Kuichú

Nunca se había visto un asno en Kuichú, hasta el día en que un excéntrico, ávido de novedades, se hizo llevar uno por barco. Pero como no supo en qué utilizarlo, lo soltó en las montañas.

Un tigre, al ver a tan extraña criatura, lo tomó por una divinidad. Lo observó escondido en el bosque, hasta que se aventuró a abandonar la selva, manteniendo siempre una prudente distancia.

Un día el asno rebuznó largamente y el tigre echó a correr con miedo. Pero se volvió y pensó que, pese a todo, esa divinidad no debía de ser tan terrible. Ya acostumbrado al rebuzno del asno, se le fue acercando, pero sin arriesgarse más de la cuenta.

Cuando ya le tomó confianza, comenzó a tomarse algunas libertades, rozándolo, dándole algún empujón, molestándolo a cada momento, hasta que el asno, furioso, le propinó una patada. “Así que es esto lo que sabe hacer”, se dijo el tigre. Y saltando sobre el asno lo destrozó y devoró.

¡Pobre asno! Parecía poderoso por su tamaño, y temible por sus rebuznos. Si no hubiese mostrado todo su talento con la coz, el tigre feroz nunca se hubiera atrevido a atacarlo. Pero con su patada el asno firmó su sentencia de muerte.

Bestseller No. 1
Bestseller No. 2
Bestseller No. 3
Canapés de muerte: Microrrelatos de terror
Canapés de muerte: Microrrelatos de terror
Abaddon, James (Autor)
2,99 EUR

Artículos relacionados

Última actualización el 2023-06-02 / Enlaces de afiliados / Imágenes de la API para Afiliados

Plumas estilográficas | Bolígrafos | Estilógrafos | Diccionarios | Libros | Moleskine | Cuadernos | Montblanc

Suscríbete para recibir las novedades una vez por semana

(Nota: narrativabreve.com participa en el programa de afiliados de Amazon, y como tal se lleva una pequeña comisión por cada compra que el cliente haga en Amazon después de entrar por alguno de nuestros enlaces).

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

ESCRIBIR Y CORREGIR participa en el programa de afiliados de Amazon, y como tal se lleva una pequeña comisión por cada compra que el cliente haga en Amazon después de entrar por alguno de nuestros enlaces.