Microrrelato de Marco Denevi: Cuento policial
Rumbo a la tienda donde trabajaba como vendedor, un joven pasaba todos los días por delante de una casa en cuyo balcón una mujer bellísima leía un libro. La mujer jamás le dedicó una mirada. Cierta vez el joven oyó en la tienda a dos clientes que hablaban de aquella mujer. Decían que vivía sola, que era muy rica y que guardaba grandes sumas de dinero en su casa, aparte de las joyas y de la platería. Una noche el joven, armado de ganzúa y de una linterna sorda, se introdujo sigilosamente en la casa de la mujer. La mujer despertó, empezó a gritar y el joven se vio en la penosa necesidad de matarla. Huyó sin haber podido robar ni un alfiler, pero con el consuelo de que la policía no descubriría al autor del crimen. A la mañana siguiente, al entrar en la tienda, la policía lo detuvo. Azorado por la increíble sagacidad policial, confesó todo. Después se enteraría de que la mujer llevaba un diario íntimo en el que había escrito que el joven vendedor de la tienda de la esquina, buen mozo y de ojos verdes, era su amante y que esa noche la visitaría.
Microrrelato de Marco Denevi: El eterno militar
Después de la batalla (de Quebracho Herrado) me acuerdo que el coronel dio orden de enterrar a los muertos. El sargento Saldívar y ocho soldados se encargaron de la macabra operación. Me acuerdo que le dije a Saldívar: “Pero oiga, sargento, que algunos no están muertos y ustedes los entierran lo mismo. Escúcheles quejarse”. Y el sargento me contestó: “Si usted les va a hacer caso a ellos, ninguno estaría muerto”. Y siguió, no más, con la tarea. Por esa salida lo ascendieron a sargento mayor.
Microrrelato de Marco Denevi: La soledad
Dispuesto a convertirse en el primer orador de la ciudad, se encerró en su casa y a solas, durante muchos años, practicó el arte de la oratoria. Pulía cada frase, cada inflexión de la voz, cada silencio. Ensayaba ademanes, gestos, pasos. Era capaz de repetir una y mil veces un vocablo hasta que el sonido alcanzase la perfección. Y entretanto se negó a recibir a nadie, a conversar con nadie. Temía que los demás le corrompiesen el estilo, le contagiasen sus trivialidades, sus torpezas de dicción, esas rústicas modulaciones con que habla el pueblo. Cuando, finalmente, decidió que no le quedaba nada por aprender, salió de su casa, se encaminó al ágora y en presencia de la multitud pronunció su primer discurso. Nadie entendió una palabra. “¿Qué idioma es ese?”, preguntaban los curiosos. Algunos se rieron, otros le arrojaron piedras, la mayoría se fue a presenciar las exhibiciones de los cómicos.
Microrrelato de Marco Denevi: Silencio de sirenas
Cuando las Sirenas vieron pasar el barco de Ulises y advirtieron que aquellos hombres se habían tapado las orejas para no oírlas cantar (¡a ellas, las mujeres más hermosas y seductoras!) sonrieron desdeñosamente y se dijeron: ¿Qué clase de hombres son estos que se resisten voluntariamente a las Sirenas? Permanecieron, pues, calladas, y los dejaron ir en medio de un silencio que era el peor de los insultos.
El autor
Marco Denevi (1922-1998) fue un escritor argentino que se prodigó en el género del relato, la novela, el teatro y el periodismo. Algunos de sus libros más renombrados son Rosaura a la diez (novela), Los perezosos (1970), Falsificaciones y El jardín de las delicias (cuentos y microrrelatos).
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